2.1 Introducción


Hacia finales del siglo XIX surgió una escuela de pensamiento económico que integro las ideas de Adam Smith (1776) y la vertiente marginalista, el resultado de dicha integración le llamaron teoría neoclásica, una teoría que al igual que sus predecesores pregonaban el libre mercado. Más allá, estableció una ontología y epistemología sustentado en el homus economicus, que al paso de los años se convirtió en la segunda mitad del siglo XX como el paradigma dominante en la economía. Colocó como eje de su paradigma el equilibrio general competitivo cuya demostración formal implicaba la solución de que las libres fuerzas de la oferta y la demanda alcanzan un equilibrio óptimo. De aquí, se siguen las recomendaciones de política económica de liberalización comercial y financiera auspiciados por el Consenso de Washington, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio.

Sin embargo, su predominio no garantiza que sea una teoría coherente, el paradigma neoclásico (NP, por sus siglas en inglés) está plagado de anomalías tales como, su demostración de existencia y estabilidad no son sólidas, apela al planificador central y por ende niega el planteamiento de una economía descentralizada, además, sus presupuestos son demasiado restrictivos alejados del mundo real, entre los cuales destacan, información perfecta, racionalidad completa, previsión perfecta, agente representativo, capital homogéneo y economía estática, lo que muestra que es una visión de economía demasiado idealizada. Esta visión de economía es la domina en el mundo actual, las consecuencias de su implementación en economías no desarrolladas han sido muy nocivas para el bienestar de la población.

Ante estas insatisfacciones, hacia el último cuarto del siglo XX, surge la economía de la complejidad que, con presupuestos más realistas, nuevas metodologías y herramientas presume ser la nueva economía. Agentes heterogéneos, racionalidad limitada, información incompleta, mapas mentales, modelo interno y expectativas adaptativas, diversifican la carga de hipótesis auxiliares que comprobar a nivel empírico. Sin embargo, estas innovaciones no representan un cambio de paradigma en la economía, la visión de la economía sigue teniendo como objeto de estudio al mercado y sigue siendo parcelaria, sin ningún ápice de interdisciplina. El objetivo de este capítulo es ilustrar grosso modo cómo ante las graves limitaciones del paradigma neoclásico (NP, por sus siglas en inglés) surge la economía de la complejidad (CE, por sus siglas en inglés) como perspectiva de una nueva economía, sin embargo, dichas novedades no se perciben como un cambio de paradigma. El capítulo se organiza en seis secciones, incluyendo la introducción y las reflexiones finales. En la Sección 2, se revisa grosso modo la génesis del paradigma neoclásico. La Sección 3, se recuperan los principios y características del programa de investigación neoclásico. En la Sección 4, se rescatan algunas las limitaciones del NP. Y en la Sección 5, se rescatan las características de la economía de la complejidad y se ofrecen indicios para una economía social como un sistema complejo en evolución.