1.1 Algunas características del paradigma tradicional de la ciencia


De acuerdo con Thomas S. Kuhn (2002), físico e historiador de la ciencia, un paradigma científico es un modelo a seguir por los miembros de una comunidad científica, lo que implica un conjunto de teorías, compromisos ontológicos y metodológicos compartidos (Pérez, 1999). Así, se pueden identificar algunos compromisos ontológicos y metodológicos que contrastan con el paradigma de los sistemas complejos, como son: determinismo, mecanicismo, reduccionismo, linealidad y enfoque disciplinario.

El determinismo tiene dos sentidos: uno general o amplio y, otro particular, que se restringe al contexto de la ciencia. En el primer sentido, el determinismo hace referencia a que todo lo que ha habido, hay y habrá, y todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá está de antemano fijado o establecido, no pudiendo suceder de otra forma distinta. En este sentido amplio se habla, por ejemplo, del “destino” o “predestinación” asociado a creencias o contextos religiosos o de otro tipo. En el segundo sentido, el determinismo se halla asociado a la ciencia y se conoce como principio de causalidad. Este principio afirma que en el universo todo tiene una causa o, dicho de otra manera, que es inconcebible que de la nada surja algo, aunque no siempre se pueden conocer las causas. En este sentido se puede afirmar que toda actividad científica se inscribe en el determinismo, ya que el propósito final de ésta es la comprensión y explicación de los fenómenos, tanto naturales como sociales, observados. Sin embargo, es preciso aclarar que la ciencia moderna que se consolidó entre los siglos XVII y XVIII en Europa, se caracterizó por una perspectiva de la ciencia que caía en el determinismo absoluto, el cual, no solo sostenía que todo lo que hay en el universo tiene una causa sino, además, que estas causas son de carácter necesario. Este tipo de determinismo se desprende de una concepción mecanicista de la naturaleza. El mecanicismo se enfoca en el estudio del movimiento espacial de los cuerpos, pero al extenderse su uso a todos los fenómenos adquiere dos sentidos: como un método o principio que guía la investigación científica y como una concepción acerca del universo, concibiéndolo como un gran mecanismo de relojería. En este último sentido, el mecanicismo se halla presente en las filosofías de René Descartes y Baruch Spinoza (Abbagnano, 2008). Y Ambos sentidos se hallan entrelazados en las teorías mecánicas clásicas de la física y de ahí se extendieron a otras áreas de la ciencia, incluyendo a la biología y la medicina (Hacking, 1995) y en las ciencias sociales como la economía, particularmente, la teoría económica marginalista.

Así, la asociación entre el principio de causalidad y el mecanicismo, tanto como concepción del universo como principio metodológico, dieron lugar a una concepción de la ciencia en la que los fenómenos pueden explicarse en términos de relaciones causales necesarias que obedecen a leyes de la mecánica expresables en ecuaciones matemáticas, lo que hace posible predecir su estado futuro a través de procesos deductivos. De esta forma, entre los siglos XVIII y XIX, la idea de predictibilidad de los fenómenos está asociada al determinismo mecanicista que caracterizó a la física y demás áreas de la ciencia. Fue la época del predominio absoluto del determinismo en la ciencia, como señala Hacking (1995) se decía que: “(…) el mundo podría parecer a menudo fortuito pero solo porque no conocíamos el inevitable operar de sus resortes internos.” (Hacking, 1995: 18). En ese mundo determinista, no cabía la noción del azar, de la relatividad ni de la complejidad.

Esta característica peculiar del paradigma tradicional de la ciencia, fue expresada claramente por Pierre Simon de Laplace, físico y matemático del siglo XIX, quien en su Teoría analítica de las probabilidades publicada en 1820, afirmó que:

“Debemos considerar el estado presente del universo como el efecto de su estado anterior y como la causa del estado que le siga. Una inteligencia que conociera todas las fuerzas que actúan en la naturaleza en un instante dado y las posiciones momentáneas de todas las cosas del universo, sería capaz de abarcar en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes y de los átomos más livianos del mundo, siempre que su intelecto fuera suficientemente poderoso como para someter a análisis todos los datos; para ella nada sería incierto, y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos.” (Citado en Nagel, 1981:262).

El predominio de la concepción determinista en la ciencia tradicional se explica, en gran medida por los importantes avances y triunfos que tuvo lugar en distintas áreas de la ciencia. Por mencionar solo un ejemplo, la forma en que se “descubrió” el planeta Neptuno por parte de Adams y Le Verrier, llama la atención:

En efecto, el problema que se plantearon (Adams y Le Verrier) fue el de explicar ciertas irregularidades halladas en el movimiento de los planetas exteriores (a la Tierra); pero esas irregularidades no eran fenómenos observables: consistían en discrepancias entre las órbitas observadas y las calculadas (…) La hipótesis que propusieron para explicar la discrepancia fue que un planeta transuraniano inobservado perturbaba el movimiento de los planetas exteriores entonces conocidos (…) De esta hipótesis, unida a los principios aceptados de la mecánica celeste y ciertas suposiciones específicas (referentes, entre otras, al plano de la órbita), Adams y Le Verrier dedujeron consecuencias observables con la sola ayuda de la lógica y la matemática: predijeron el lugar en que se encontraba el ‘nuevo’ planeta en tal y cual noche. (Bunge, 1958:35).

Otra característica del paradigma tradicional de la ciencia es el reduccionismo, el cual, se refiere a la actitud de quien practica el método de la reducción. Este método parte de la idea de que es posible conocer un objeto en su totalidad a partir del estudio, por separado, de sus partes (enfoque analítico), lo cual, supone que el todo es resultado de la suma de sus partes. Así, para conocer el todo basta con el conocimiento de sus partes por separado. Fue Descartes quien dio a conocer en forma explícita en qué consiste el análisis en su Discurso del Método. Así, en la segunda regla de su método señala: “(…) dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuera posible y en cuantas requiriese su mejor solución.” (Descartes, 2010: 47). Una vez conocidas las partes por separado, se suman para componer nuevamente el todo (enfoque sintético).

Ahora bien, tal como lo esclareció Searle el método de la reducción se aplica en distintos niveles: ontológico, teórico, lógico y casual. El reduccionismo ontológico sostiene la idea de que los objetos de cierto tipo, se reducen a objetos de otro tipo. Por ejemplo, que una silla se reduce a un conjunto de átomos. El reduccionismo teórico consiste en reducir una teoría como caso particular de otra, donde las leyes de una teoría se deducen de la otra. Por ejemplo, la reducción de las leyes de los gases a las leyes de la termodinámica. El reduccionismo lógico consiste en traducir palabras y enunciados que se refieren a un tipo de entidades en otras palabras y enunciados que se refieren a otro tipo de entidades. Por ejemplo, enunciados relativos a números pueden ser reducidos a enunciados relativos a conjuntos. Por último, la reducción causal consiste en que hay entidades que pueden ser explicadas en términos de relaciones causales de los fenómenos a los cuales se reduce. Por ejemplo, la solidez de ciertos objetos puede ser explicada por el movimiento vibratorio de las moléculas en estructuras reticulares (Abbagnano, 2008).

El paradigma tradicional de la ciencia también se caracteriza por el linealismo o uso frecuente del enfoque lineal, que sostiene la idea de que, en la explicación de los fenómenos, los efectos son proporcionales a sus causas. Un ejemplo en física es la ley de Hooke la cual establece que el alargamiento unitario que experimenta un cuerpo elástico es directamente proporcional a la fuerza aplicada sobre el mismo. Un ejemplo en economía es la ley Keynesiana del consumo: a un nivel agregado, el consumo de las familias crece en forma directamente proporcional al crecimiento del ingreso.

La última característica por mencionar, es la perspectiva disciplinaria. El paradigma tradicional de la ciencia se halla asociado con el progreso del conocimiento especializado, el cual, se deriva del proceso del método de análisis en que se fundamenta y de la misma acumulación del conocimiento. Así, el conocimiento científico se presenta parcelado en áreas o disciplinas especializadas en un objeto de estudio particular, en el que los miembros de la comunidad científica comparten teorías, enfoques y métodos estandarizados en el proceso de investigación. Una característica peculiar de esta perspectiva es el trabajo de investigación individual por parte del investigador y desde un solo punto de vista teórico, lo cual, si bien permite la profundización en un objeto de estudio, termina siendo un límite cuando se busca una comprensión más amplia del objeto.

El uso combinado de estos enfoques y métodos en la ciencia ofrece, por un lado, una perspectiva que concibe al universo como un gran mecanismo de relojería y, por otro lado, un concepto de ciencia entendida como un tipo de saber capaz de predecir el estado futuro de los fenómenos con base en las leyes que gobiernan el universo, descifrables en ecuaciones sencillas (lineales) que expresan relaciones de proporcionalidad.

Sin embargo, los propios avances de la investigación científica en distintas áreas bajo el paradigma tradicional de la ciencia, entrelazados con otros factores en otros niveles, han ido mostrando sus limitaciones epistemológicas y metodológicas y erosionando su predominio absoluto. Así, problemas específicos en cada una de las disciplinas han dado origen a nuevas propuestas teóricas y metodológicas que han contribuido al debilitamiento de la concepción del universo como un mecanismo de relojería, tal es el caso, por ejemplo, de la introducción de la estadística y de las leyes de probabilidad a principios del siglo XX en el estudio, principalmente, de fenómenos biológicos (genética) y sociales, incorporando así la noción de azar y probabilidad, en la comprensión y explicación del comportamiento biológico y social (Hacking, 1995); otro caso, es la teoría de la relatividad general y la teoría cuántica al abordar los problemas de la gravedad y la luz en la física, con las cuales, se erosionaron las nociones de espacio y tiempo absolutos y el principio de causalidad en el que se había construido la imagen determinista del Universo (Otero, 2005). Otro golpe al determinismo absoluto de la concepción tradicional de la ciencia, proviene de la convergencia de distintas áreas y enfoques entre los que destacan: el enfoque de sistemas, la cibernética, las ciencias de la computación y la teoría de sistemas dinámicos no lineales que dieron origen al paradigma de los sistemas complejos, introduciendo así la noción de sistema complejo en los estudios científicos (Maldonado, 2009). A continuación se explican algunas de las características más relevantes de este paradigma que contrastan con las características señaladas del paradigma tradicional de la ciencia.

Así, se pueden definir tres tipos de objetos de estudio de acuerdo con su comportamiento observado: el movimiento de cuerpos grandes, como los planetas, altamente predecibles, caen en el dominio de estudio de la ciencia determinista; los procesos gobernados por el azar y la probabilidad como eventos biológicos, eventos sociales aleatorios y eventos a nivel de partículas; y, por último, una gran cantidad de fenómenos que se ubican a nivel meso de la materia, incluyendo a los fenómenos económicos y sociales, gobernados en parte por leyes deterministas pero con comportamientos aleatorios (caos determinista) referidos como sistemas complejos, que definen el dominio de estudio del paradigma de los sistemas complejos.